Me levanto con tiempo, doy vueltas por la habitación, me preparo un té me bajo algo de música. Hay random permanentemente desde hace semanas. Cualquier música puede pasar en cada momento y nunca pasa algo realmente sorprendente y casi nunca adecuado. Suene la que suene siempre quiero saber la que sonará después. Es domingo. Justifico mi indeterminación con un exceso de autoconsciencia. Pienso en ayer y me imagino la serie de mecanismos mentales que me han hecho borrar tantas partes de mi vida y dejar el resto. Me acuerdo de la selección de recuerdos que recordé la primera vez, no me acuerdo de lo que pasó. Me acuerdo de cómo son las fotos que hicimos aquel día en la playa pero no me acuerdo de nada de lo que pasó. Recuerdo la sensación que tuve de viaje en gerona, en valencia o torredembarra y se me presenta en mente junto con algún que otro punto de vista probablemente imaginado a base de síntesis de recuerdos racionales. Puedo hacer escaneos de recuerdos que flotan como bolas con imágenes y sensaciones metidos en compartimentos relacionados e indexados. Por ejemplo abro viajes y aparecen primero los que más veces he recordado y si sigo explorando aparecen muchos otros. Mirar durante horas por la ventana del coche viendo pasar el mundo. Abro personas y hay diversas categorías, amigos de antes, amigos de ahora, amigos de un día, personas que han cambiado, personas que me han cambiado. Hablar con cincuenta personas en un día pero conocer a dos personas en un año. Frases concretas que me hicieron pensar o que resonaron en mi mente, recuerdo voces, el color y la textura de su pelo, la forma como caminaban. Recuerdo tantas cosas que parece increible que quepan en 20 años y me paso tanto tiempo recordando que a menudo no hay suficiente tiempo para pensar en la estrategia para hoy o mañana. Recuerdo los colores que he visto, la intensidad de la luz. Se me ocurren ocasiones en las que no dije lo que pensaba y las palabras quedaron en mí y siguen dando vueltas esperando poder salir.